Por: Oscher Hernandez

La distancia que hay entre la ciudad de Poza Rica, Veracruz a la Ciudad de México (en ese entonces Distrito Federal 1970) es de al menos 280 Km. es decir, unas 5 horas en autobús. Para llegar a las 8 a.m. los 5 integrantes de El Tarro de Mostaza debieron tomar la última corrida a la capital, la cual salió a eso de la media noche.

Aturdidos y desvelados se bajaron del autobus y de inmediato se trasladaron a las oficinas de CAPITOL. Allí los estaba esperando un alto ejecutivo de la disquera quien deseaba conocerlos y al preguntarles por el nombre de la banda, ellos respondieron «The Sounds» y el ejecutivo jocosamente les contesto, deberían llamarse «El Tarro de Mostaza», en clara alusión a que los jóvenes traían los ojos rojos pero, ellos explicaron que mas bien fue la desvelada y no la famosa yerbita la que les dió ese color en los ojos.

El Tarro de Mostaza grabó un solo disco, el mítico disco homónimo el cual les dio entrada a ese selecto club de las bandas de culto, del cual se desprenden 6 temas de rock psicodélico, abriendo con la experimental y larguísima “Obertura – Brillo de Luz”, un corte de 20 minutos en los cuales el órgano toma la batuta del viaje, llevando al escucha por parajes largos e introspectivos ante la pregunta “en dónde están los ojos que solían llorar por mi penar?”, la balada “en caso de que mi reloj se pare” o la rocanrolera “el ruido del silencio”, en cada corte se deja escuchar el órgano como elemento predominante. Durante los 3 años que existió la banda, los buenos comentarios se hicieron saber y era un secreto a voces que muchos fans alrededor del mundo los llegaron a considerar la mejor banda de México.

Solo son 5 horas de trayecto de la ciudad de Poza Rica, Veracrúz a la Ciudad de México, el homónimo disco apenas alcanza a sobrepasar los 40 minutos de duración, 3 años duró la banda en activo pero, el legado que han dejado en el rock mexicano, aunque imperceptible para muchos, será infinito.