Por: Gonzalo Brunelli
Poco o nada hace falta mencionar ya a estas alturas sobre este power trío de cordobeses que no se conozca y que nadie haya dicho hasta hoy sin caer en repeticiones, eso si tomamos conciencia de la repercusión que vienen causando desde sus inicios. Formación del 2011, vienen agitándonos desde 2012 con su primer EP, y dos años después nos volvieron a sacudir con la frescura y originalidad de aquel homónimo primer larga duración, continuando luego con magnificas puestas en escena. También compartiendo escenario con artistas de talla internacional en el pasado 2015 (con Radio Moscow, Yawning Man, entre otros) demarcando con su propuesta un espacio propio en consideración de otras bandas del under que toquen stoner psicodelia pesada o afines. Nos impactan de lleno con su impronta y solidez abriéndose camino con la sabiduría del respeto a la filosofía e identidad propia, perfilando y puliendo cada vez más aquel, su sabor, la “psicodelia del monte” Eso es Hijo de la Tormenta.
La creatividad de Guido, Santiago y Juan Cruz nos sigue azorando, ahora con “Manto de la Especie”, su segundo LP; grabado en la mediterránea Córdoba, provincia de Argentina, y masterizado en EEUU por el soberbio Billy Anderson de amplia trayectoria híper conocida (Los Natas, Sleep, Om, Acid King, etc etc) Experimental ante todo, de dramático impulso, de a ratos agresivo, cuenta con momentos oscuros, e incorpora en tres oportunidades los teclados de Fabricio Morás para homogeneizar la obra; la madre naturaleza es quien dice presente en la temática del disco, desde el bello arte del cover frontal hasta la búsqueda de esa concientización y solidaridad en la comunión en pos de ella que siempre planteo la banda. Ahora un breve recorrido, un tanto sentimental, por los temas que componen al disco.
Rock para huir de una ciudad, es la primera canción iniciante del viaje, que asemeja al paisaje que recorrerías para volver a casa caminando bajo la lluvia en un día nublado de otoño; los compases y timbres de los platillos están perfumados de una sutil frecuencia de jazz, gris y terrosa. Efectos ondulantes cual teclados de psicodélica fusión se amalgaman para lograr el acompañamiento de una onda setentosa suave.
53 Cosechas Mediterráneas llegan las distorsiones, se encuentran con graves dooms desde el bajo para dejar sentir una angustia sutil que se escapa como el sin aliento de mitad del entorno que deja el cuerpo al frenar la marcha de una agitada carrera, para retomar con la última convicción de que igual seguirá. Sólida y de peludos fuzz.
El Abuelo, Potentes y complejos riffs en la Fender Standard son los que envuelven este track que lleva por letra una traducción de un poema de Walt Whitman en palabras de la banda. Este fue uno de los primeros adelantos que presentaron los muchachos para ponernos en expectativas durante el verano. Casi pareciera una tema de soundtrack de película de atardeceres que va dejando el crepúsculo para dar paso a las azabaches sábanas de la noche al meterse gradualmente en análisis, sospechas, como preparándose para adentrarse en lugares desconocidos, por fuera vacíos, pero que al llegar, están plagados de sombras que hacen indagar otras presencias, y así caer en abismos de penumbras, sinapsis de neuronas ebrias de bruma.
Manifiesto al sol, Lánguidos Swings nos depositan en una dulce y relaja melancolía, reflexiva, contemplativa, como un arrullo, en cimas y valles de búsqueda. Fuzzes y catarsis, el tema más consciente del verde de la naturaleza. Emotivo, abrasivo, hasta amoroso podríamos esbozar; también una pequeña reminiscencia nos deja a Datura.
Un mañana aún más glorioso nos espera, un amanecer de madrugada con el alba del frío invernal y hondonadas de angustiosa depresión, toda la explosión stoner y doom dinamita junta, con bajos demoledores y claridades de guitarra como haces de luz rapante, y reverberante percusión de los timbales y platos. De a poco, se avecina cabalgando en oleada la claridad y los bits aumentan hasta el clímax; y plantea una interrogante, cuál plegaria, antes del recuerdo de la noche pasada. La melodía empieza a escalar para amecetarce en recovecos de animados suspiros, dulces como la inocencia en la palabra de un niño, nos recuerda a vestigios del primer disco, con elaboradas afinaciones de potente brillo, es la firma de la psicodelia del monte, joya del disco.
Recibimiento es el track final con ráfagas de acordes, con gusto a folk acompañan atisbos de la antelada despedida, sugiere una continuación, como un rápido abrazo de mañana nos veremos de nuevo, dejándonos agradecidos de tan placentero viaje.
Declaradamente, una de las joyas más relucientes que disfrutaremos este 2016 esperando ver su pronta ejecución en las tarimas de nuestros antros favoritos y también la salida del formato físico, porque de seguro lo vamos a querer conservar en nuestras manos.